miércoles, 6 de julio de 2022

La noche que Juno me rompió las pelotas

En teoría debería estar excitado. Incluso se sentía muy bien lo que me estaba haciendo Juno. Si no fuera porque comenzaba a sentir el ardor causado por el gel antiinflamatorio en mis partes nobles. Solo de ver cuánto gel se puso en la mano antes de meterla dentro de mis pantalones y empezar a sobar me puse nervioso.

Y ahora comenzaba la tortura, con un incendio en mis huevos y mi verga. Todo mi paquete ardía. Se sentía peor en la verga que en los huevos, o el escroto más bien dicho. Me había agarrado completamente todo, no había dejado ni un espacio sin gel. Pero eso no me preocupaba, solo era dolor superficial. Incómodo. Humillante. Lo peor vendría después. Y comenzó con un rodillazo.

No podía moverme. No podía caer al piso. Estaba amarrado, sin camisa, solo con los pantalones que usaba en los partidos amistosos. Obviamente me había quitado la concha antes de comenzar. Su comentario sobre mi paquete grande y gordo no me hizo más que entender que estaba disfrutando mi pánico, no era ningún halago.

“Incluso sin concha te ves muy bien dotado, Freddy. Esta parte siempre fue la que más me gustó de ti.” Hacia mucho que no me llamaba Freddy. Alfredo era como me decía cuando estábamos juntos; Freddy me decían mis amigos y ella nunca quería llamarme como lo hacían mis amigos. Creo que por fin dejó claro que ya se había acabado todo, y no pensaba irse sin vengarse de mí.
Ahora ya comenzaba a quemar todo mi sexo. El rodillazo me había dejado débil, hacía mucho que no me pegaban tan fuerte en los huevos. Esperó a que me recuperara un poco para luego agarrar mi paquete completo y apretarlo sin piedad. No podía dejar de pensar lo bien que me conocía: sabía cómo agarrarme para que ni la verga ni los huevos se soltaran de su mano. Cuando el dolor me resultó muy intenso comencé a gemir y ella sonrió.

"Dime que te duele", me ordenó. Yo no dije nada. "Anda, dime que te duele mucho", dijo mientras apretaba aún más. Yo tenía los ojos cerrados y apretaba los dientes para soportar el dolor. Sabía que su cara estaba justo frente a la mía, pero no me atrevía a abrir los ojos.

Comenzó a torcer mi paquete y a jalarlo hacía la izquierda y la derecha y yo comencé a gritar. Su cara de placer me provocaba pavor. Lo estaba disfrutando de una manera que yo no entendía. "¡Dime que te duele!", repitió.

Cuando sentí que iba a arrancar mi paquete de mi cuerpo no tuve otro remedio que obedecer. "¡Duele! ¡duele! Basta por favor". Me soltó. Parece que es lo único que necesitaba para dejar de apretar. Tal vez si hacía lo que me decía cada vez no me torturaría tanto. (Qué ingenuo, lo sé).

Apenas dejó de apretar y comencé a respirar rapidamente aliviado pero sintiendo todavía mucho dolor en mis huevos. Y lo peor era que el antiinflamatorio seguía ardiendo en mi piel.

Cuando pude relajarme un poco, vi que Juno se había ido y ahora regresaba con un bat de baseball en la mano. Mi escroto se encogió tratando de esconder mis testículos dentro de mi cuerpo, pero el calor que provocaba la crema que me había untado ahi no dejó que eso se quedara así por mucho tiempo.

Juno se acercó con el bat en la mano y agarró una pelota. "¿Sabías que una pelota de baseball puede llegar a comprimirse a la mitad de su tamaño cuando es golpeada por un bat durante un picheo? ¿Con cuánta fuerza crees que necesito golpear tus bolas para que se compriman a la mitad? Voy a empezar con media fuerza".

Lanzó hacia atrás el bat, pero no abanicó como si fuera a conectar una pelota pichada, sino como si fuera un bastón de golf, bajando el bat casi hasta el suelo y curveándolo hacia arriba entre mis piernas. El golpe me hizo olvidar absolutamente todo lo que estaba pasando que no fuera eso. Quise cubrirme por completo doblando mi cuerpo hacia adelante pero mis muñecas y mis tobillos estaban muy bien amarrados a la reja detrás de mí. Grité con todas mis fuerzas, pero esta vez Juno no tuvo compasión de mí y volvió a abanicar el bat contra mis huevos. El dolor más intenso que he sentido en mi vida se hizo presente en ese momento y quise desmayarme, pero eso no sucedió. Mis piernas temblaban tratando de juntarse sin éxito. Juno se acercó a mí, yo miraba hacia el piso, me tomó con ambas manos los pezones y comenzó a apretarlos. El dolor era intenso pero solo lograba acumular más tormento a lo que ya estaba sufriendo. Mis huevos, mi verga y mis pezones dolían como nunca me habían dolido. Mi mente no perdía noción de cuánto dolía cada parte. Me apretó unos momentos más los pezones, luego los soltó y volvió a tomar el bat. Otra vez me preguntó: "¿sentiste que se comprimieron a la mitad? ¿o debo golpear más fuerte?" Sin esperar respuesta volvió a abanicar el bat hasta que se detuvo con un golpe seco en mis huevos. Mi grito de dolor fue aun más fuerte. Lágrimas se formaron en mis ojos. No me gusta llorar frente a nadie, pero el dolor que sentía era nuevo para mí. Me habían pegado varias veces en los huevos jugando beisbol: pelotazos normalmente, aunque una vez me dieron un batazo de manera accidental. Siempre duele, incluso con la concha puesta, los golpes a los huevos duelen. Pero jamás me habían golpeado más de una vez seguida y menos sin la protección de la concha. Sentía que mis huevos iban a explotar, y luego un cuarto batazo me hizo pensar que habían explotado. Otra vez grité con todas mis fuerzas y supliqué que parara. "¡Basta!", grité, "¡basta!".

Juno sonrió al escucharme gritar. Al menos eso creo, porque no recuerdo haberle visto la cara por las lagrimas en mis ojos y porque los cerraba por el dolor, pero de alguna manera sabía que sonreía.

"Freddy, no sabes cuánto disfruto verte llorando", me dijo. "Y quisiera quedarme más tiempo para disfrutar tu vasectomía clandestina, pero me tengo que ir". No entendí lo que decía y por eso no contesté nada, pero me puse muy nervioso.

"Voy a dejar la maquina lanza pelotas encendida. Hay como unas 30 pelotas en la canasta. Creo que ya sabes a dónde apunta el cañon". Antes de que pudiera reaccionar y mientras movía mi cabeza de un lado al otro diciendo que que no, Juno ya me había metido un trapo en la boca y me ponía cinta gris para evitar que la escupiera. "Adios, rey", dijo Juno, y se fue después de encender la maquina. Vio el primer disparo que me golpeaba directo en las pelotas. Su reacción fue de sorpresa y risa al mismo tiempo. Dio media vuelta y me dejó ahi, recibiendo pelotazos cada 7 segundos exactamente. En mi mente rogué que alguien llegara al parque y se apiadara de mí, pero eso no sucedió. Recibí cada una de esas pelotas en mis testículos, a una velocidad de 90 millas por hora.

Nadie llegó hasta la mañana siguiente. Me encontraron amarrado e inconciente. La crema antiinflamatoria ya se había absorbido en mis pantalones, y una mancha oscura delineaba mi paquete.

Man of the North (part 2 of 3)

 (This story starts with "Man of the North (part 1 of 3)") That afternoon I went to see my uncle. I was surrounded right away ; I ...