martes, 23 de marzo de 2021

Tortura Prolongada (Confesión de un luchador maniatado parte 2)


Segunda parte del relato anterior Confesión de un luchador maniatado

 



El primer golpe lo recibí en la cara. El segundo fue una patada entre las piernas. Después me dieron dos golpes con los puños en el estómago. Y luego otra patada entre las piernas.


Cuando estaba amarrado en la silla, hablando muy envalentonado sobre cómo soporto los golpes en mis partes nobles, olvidé que no solo me iban a pegar ahí. En la lucha libre está prohibido dar golpes con el puño cerrado lo que ayuda mucho a soportar una lucha extensa: solo tienes que tener buena condición fisica y saber actuar para hacer creer que te duelen las palmadas que te dan. Y claro, los golpes a los huevos también están prohibidos, pero por alguna razón esa regla no la cumplen muy seguido. Un golpe con el puño cerrado duele mucho, sobre todo cuando no te puedes defender, y esos golpes que me dieron mientras me tenían amarrado con las manos sobre mi cabeza, me desgastaron inmediatamente. Lo bueno, y lo malo, es que fueron los menos. Estaban decididos a humillar mi hombría. No tardaron en enfocarse solo en lastimarme los huevos para ver cómo gritaba.

Después de las patadas me dieron un rodillazo que me obligó a juntar las piernas. Lo hubiera logrado si no fuera por la barra que me habían colocado en los tobillos para evitar que cerrara las piernas. Claramente tenían la intención de torturar mis testículos y no querían batallar. Luego alguien se acercó a mí, y con su mano me agarró el paquete y comenzó a apretar. En un inútil esfuerzo por proteger mi sexo levanté las piernas y quedé suspendido por la cuerda que amarraba mis manos. Después me soltó y mis pies volvieron al suelo. Un puñetazo que impactó solo en el testículo derecho me hizo gritar de dolor. Empecé a respirar agitadamente. Cuando vi que preparaban otro golpe el instinto me hizo alejar mi cadera hacia atrás. Esto no les gustó en absoluto. Antes de que pudiera reaccionar, tenía puesta una venda en los ojos que me impedía ver lo que pasaba.

Soporté tres patadas más que llegaban de alguien frente a mí, y después de una pausa, recibí otras dos patadas pero estas venían de atrás. Esas me hicieron gritar de dolor; y después de otra breve pausa, recibí una tercer patada desde atrás tan fuerte que provocaron un grito que no creo haber emitido jamás. La punta del pié chocó perfectamente con la parte baja de mis dos testículos. Si alguien estaba frente a mí con toda seguridad vió mis dos bolas saltar hacia arriba y bajar rebotando dentro de mis lycras. El dolor era inexplicable.

Afortunadamente, después de esa patada tan violenta, me dejaron de golpear. Bajaron la cadena a la cual estaban amarradas mis manos y me dejaron caer el suelo. Aunque no podía juntar mis piernas, puse mis manos en mi paquete para tratar de aliviar un poco el dolor. Mis huevos estaban muy sensibles e hinchados; seguramente mi paquete había crecido y se veía mucho mas grande de lo normal.

Alguien me tomó de las manos, yo seguía con los ojos vendados por lo que no supe quién era. Las desamarraron y me levantaron dos personas sosteniéndome de los brazos. Me arrastraron hacia otra parte del cuarto y recostaron la parte superior de mi cuerpo en un tipo de mesa o superficie, dejando mis piernas perpendiculares con el piso, mis pies apollados, mis piernas abiertas. Mi estómago estaba en la orilla de la base. Mis brazos abiertos extendidos a ambos lados en forma de cruz fueron asegurados en ambas muñecas para inmovilizarme. En seguida recibí un duro golpe en la espalda que me hizo levantar la cabeza lanzándola hacia atrás. Sin perder tiempo, me tomaron del pelo y detuvieron mi cabeza en esa posición. La molestia me hizo lanzar un pequeño grito que fue aprovechado para meter una bola de hule en mi boca y fue ajustada detrás de mi nuca. Me soltaron y mi cara se fue directo contra la mesa. Estaba amordazado con un juguete sexual. Inmovilizado de pies y manos. Mis piernas abiertas y mi culo expuesto. No pude evitar pensar en esa escena de Pulp Fiction en el sótano de la casa de empeño. Un hilo de miedo se escurrió por mi espalda. El dolor no me asusta, pero no quiero que me violen; esa es mi peor pesadilla.




De pronto alguien pasa sus manos por mis muslos y las sube hasta agarrar mi paquete. Aprieta con fuerza mis huevos y reconozco algo con el dolor que siento: son manos de mujer. A través de los años de lucha he llegado a distinguir inmediatamente si es un hombre o una mujer quien me faulea. Las mujeres son más violentas, les importa menos tu sufrimiento. Los hombres pueden ser mas fuertes, pero no más sádicos. Hay de todo, como siempre, pero en general una mujer te va a aplastar los huevos hasta que llores de dolor. El hombre se conforma con verte sufrir.



Las manos femeninas rodearon mi paquete, lo aseguraron entre sus dedos y lo jalaron fuerte hacia abajo. Alguien más le ayudó con un cordón y amarraron mis partes por encima de mis lycras. Un bulto salía entre mis piernas. Un blanco para dos puños. Yo sentía la presión de tener mis huevos amarrados. De repente, golpes seguidos y continuos atacaron mis pelotas. En un inicio me sentí sorprendido. Después de unos segundos el dolor comenzó a ser insoportable. No sé cuantos puñetazos había recibido ya, podían ser 15, o 150. Comencé a gritar pero la pelota de hule ahogaba el sonido. Uno tras otro los golpes llegaban sin piedad. Creí que me iba a volver loco.

Después de no sé cuantos golpes por fin pararon. Por unos momentos no sentí nada más que el dolor en mis huevos que me hacían moverme como si me estuvieran electrocutando. De no haber estado atado me hubiera retorcido en el suelo. Tuve tiempo de descansar del dolor y por unos momentos estuve inmóvil, recostado sobre la mesa, respirando profundamente. Nadie me decía nada. Noté que la saliva se me escurría de la boca y comenzaba a acumularse en la mesa.



De repente noté que escuchaba ruidos. En la lejanía comencé a reconocer gritos de dolor. Eran gritos ahogados de alguna persona en alguna otra habitación. Lo primero que pensé es que estaban torturando a alguien más en ese lugar. Sentí un poco de pena por aquella persona que sufría, pero pensé que tal vez fuera esa la razón por la que me habían dejado de golpear a mí, y mi egoísmo surgió para sentir alivio que no era yo a quien seguían torturando... o bueno, no eran mis testículos los que eran el blanco del ataque.

Tratando de descifrar los gritos que escuchaba me di cuenta de algo, se repetían los mismos sonidos. Reconocí los gritos. Caí en cuenta que no estaban torturando a alguien más, era un video de lo que me estaban haciendo a mí. Habían estado grabando la tortura, no sé desde qué momento, pero lo que escuchaba eran mis propios gritos, mis propios gemidos. ¿Para qué querían esos videos? ¿Qué intención había? ¿Publicarlos?





Escuché pasos que se acercaban a mí. Eran tacones. La mujer que me había golpeado mis partes como bolsa de boxeo estaba de vuelta. Sentí unas uñas largas enterrarse en mi paquete; me dolió. No solo me dolían los testículos por la presión del agarre, sino también mi verga y escroto eran torturados con un dolor penetrante y agudo. Por fin soltó mi paquete pero inmediatamente lo tomó de nuevo. Lo jalaba hacia ella sin hacer presión. Abrió su mano de manera que la bola forrada de lycra, resultado de la cuerda que amarraba mis huevos y mi verga, quedaba soportada en su palma. Y luego explotó el dolor. Noté que era su rodilla la que me golpeaba ahora. Sostenía mi paquete con su mano, y luego lo aplastaba con rodillazos. Todo mi cuerpo era impulsado hacia adelante por la fuerza de los golpes. Otra vez comencé a llorar de dolor. Mis gritos ahogados iban aumentando de intensidad.


Después de muchos rodillazos soltó mi paquete solo para darle un puñetazo fortísimo de arriba hacia abajo que me hizo gritar como niña. Continuó con más puñetazos con su otra mano sosteniendo mi paquete. Luego lo soltó, y continuó con los golpes que lanzaban mi paquete amarrado y se estrellaba contra la mesa. Agarró mi paquete de nuevo y lo jaló hacia abajo con todas sus fuerzas. Por un momento pensé que iba a arrancar mi sexo de mi cuerpo.

Por último me dio un puntapie directo en los testículos, y perdí el sentido.

***





Desperté envuelto en colchas. Cuando por fin me libré de ellas vi que estaba en un callejón. No tenía idea del lugar. Tenía mis lycras puestas, pero estaban en muy mal estado; apenas cubrían mis partes. Había un celular a mi lado, no estaba bloqueado. Me dispuse a hacer una llamada y vi que tenía un mensaje sin leer. Al abrirlo solo venía una dirección de internet. Pulsé la liga y se abrió una ventana que comenzó a cargar información. La liga era para ver un video. Se abrió en la pantalla completa y comenzó cuando di click en el triangulo orientado a la derecha que estaba en el centro. Era yo. Ni siquiera me había dado cuenta que me grababan desde antes de vendarme los ojos. Escuché todo lo que les dije antes de que me torturaran. Luego hacía un corte y aparecía suspendido por la cadena con mis manos amarradas sobre mi cabeza, luego sobre a la mesa. Vi la violencia con la que me torturaron. Me dio un escalofrío y paré el video antes de que comenzara la parte donde perdía la conciencia. Quedaba todavía 10 minutos de video. No me atreví a verlo.No tenía idea de lo que me habían hecho al final, pero prefería dejarlo así.

Llamé a mi amigo para que me hiciera el favor de recogerme. Era el único teléfono que sabía de memoria. Le envié mi ubicación por mensaje; por fin sabía dónde estaba: en el centro de la ciudad, a un lado de un bar; era el bar de donde había salido antes de que me secuestraran. Esperé a que llegara mi amigo y me subí al coche. Cuando me senté en el asiento sentí que mis huevos estaban muy sensibles y adoloridos.

"Maneja con cuidado" le pedí. "Los baches y los topes me lastiman". Fue lo único que le dije y me quedé dormido otra vez en su asiento.

Man of the North (part 2 of 3)

 (This story starts with "Man of the North (part 1 of 3)") That afternoon I went to see my uncle. I was surrounded right away ; I ...